Dada
la naturalización como las implicancias y existencia de los estados, a los
cuales los anarquistas negamos como forma de organización de la sociedad, nos
es necesario, cuestionarlo, atacarlo y destruirlo.
A
grandes rasgos, un estado es una institución destinada a la organización
política, económica, civil, ideológica y religiosa, impuesta por un individuo o
grupo sobre el resto de la sociedad, por medio de la fuerza basada en el poder
de instituciones coercitivas, extendiéndose sobre un territorio determinado y
que obtiene el reconocimiento de otros estados. Sea el sistema democrático,
dictatorial (de izquierda o derecha), o monárquico, esta esencia se mantiene
inalterable para todos los ejemplos.
Para
el estado, según cuál sea el caso, no somos más que la plebe, los civiles o el
electorado, la masa resignada, un número, que se contentará con un buen amo
indulgente cada tanto, antes que nuestros ánimos se caldeen.
Por
supuesto que nunca tendremos el control de nuestras propias vidas y destinos
entre las manos, menos aún la posibilidad de organizarnos libremente entre
iguales, solidariamente, prescindiendo de un líder y sin participar de la pelea
por el poder. Eso se llama anarquía
y no entra en la lógica de dominación del estado, que regula y controla las
relaciones entre las personas, oficiando de mediador para obstruir el
entendimiento y la solidaridad.
Entre
los aspectos económicos sin duda alguna el más destacado es la garantía
jurídico-legal de la sacrosanta propiedad privada, tanto de los medios de
producción como de todos los bienes necesarios para la vida. Incluso en los
sistemas comunistas. En cualquiera de los casos el desigual acceso a la
propiedad genera las clases sociales en las que se cristalizan los privilegios
y las desigualdades económicas, por ende la explotación del hombre por el
hombre. Para ser claro el que tiene y el que no tiene, el que trabaja y el que
gana con el trabajo de los otros, el que come y el que mira, así fomentando el
liderazgo, el autoritarismo, la servidumbre y la exclusión económica de
los que no pueden o no quieren integrarse en la brutal competencia de la
mercancía humana.
Para
mantener toda esta naturalidad, este orden, dolor, humillación y
sufrimiento sin que sea alterado, el estado se vale de la violencia
institucionalizada de las fuerzas del orden público apoyada sobre todo en el
aparato represivo, o sea las leyes, los jueces, la policía, gendarmes,
militares, prefectura, servicios de inteligencia, las cárceles, con los cuales
el estado vigila, detecta, persigue, arresta, secuestra, encierra, tortura,
juzga y asesina. De hecho el mismo estado es una gran cárcel con distintos
grados de penas que impide la libertad tanto de los que lo transgreden, lo
cuestionan, lo aceptan, lo defienden, como de los que se mantienen
indiferentes. Nadie está por fuera del estado, del estado nadie escapa!
En
el caso que todo este aparato falle, el Estado cuenta con la dominación que
logró y aún alimenta, a través de las religiones, la educación, y los medios de
comunicación. Por medio de estos adoctrinan las mentes formando personas
serviles, pasivas, acríticas, que no pueden cuestionar lo que llegaron a
considerar natural por imposición.
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