domingo, 23 de junio de 2013

SOBRE LOS ESTADOS

Dada la naturalización como las implicancias y existencia de los estados, a los cuales los anarquistas negamos como forma de organización de la sociedad, nos es necesario, cuestionarlo, atacarlo y destruirlo.

A grandes rasgos, un estado es una institución destinada a la organización política, económica, civil, ideológica y religiosa, impuesta por un individuo o grupo sobre el resto de la sociedad, por medio de la fuerza basada en el poder de instituciones coercitivas, extendiéndose sobre un territorio determinado y que obtiene el reconocimiento de otros estados. Sea el sistema democrático, dictatorial (de izquierda o derecha), o monárquico, esta esencia se mantiene inalterable para todos los ejemplos.

Para el estado, según cuál sea el caso, no somos más que la plebe, los civiles o el electorado, la masa resignada, un número, que se contentará con un buen amo indulgente cada tanto,  antes que nuestros ánimos se caldeen.
Por supuesto que nunca tendremos el control de nuestras propias vidas y destinos entre las manos, menos aún la posibilidad de organizarnos libremente entre iguales, solidariamente, prescindiendo de un líder y sin participar de la pelea por el poder. Eso se llama anarquía y no entra en la lógica de dominación del estado, que regula y controla las relaciones entre las personas, oficiando de mediador para obstruir el entendimiento y la solidaridad.

Entre los aspectos económicos sin duda alguna el más destacado es la garantía jurídico-legal de la sacrosanta propiedad privada, tanto de los medios de producción como de todos los bienes necesarios para la vida. Incluso en los sistemas comunistas. En cualquiera de los casos el desigual acceso a la propiedad genera las clases sociales en las que se cristalizan los privilegios y las desigualdades económicas, por ende la explotación del hombre por el hombre. Para ser claro el que tiene y el que no tiene, el que trabaja y el que gana con el trabajo de los otros, el que come y el que mira, así fomentando el liderazgo, el autoritarismo, la servidumbre y la exclusión económica  de los que no pueden o no quieren integrarse en la brutal competencia de la mercancía humana.

Para mantener  toda esta naturalidad, este orden, dolor, humillación y sufrimiento sin que sea alterado, el estado se vale de la violencia institucionalizada de las fuerzas del orden público apoyada sobre todo en el aparato represivo, o sea las leyes, los jueces, la policía, gendarmes, militares, prefectura, servicios de inteligencia, las cárceles, con los cuales el estado vigila, detecta, persigue, arresta, secuestra, encierra, tortura, juzga y asesina. De hecho el mismo estado es una gran cárcel con distintos grados de penas que impide la libertad tanto de los que lo transgreden, lo cuestionan, lo aceptan, lo defienden, como de los que se mantienen indiferentes. Nadie está por fuera del estado, del estado nadie escapa!

En el caso que todo este aparato falle, el Estado cuenta con la dominación que logró y aún alimenta, a través de las religiones, la educación, y los medios de comunicación. Por medio de estos adoctrinan las mentes formando personas serviles, pasivas, acríticas, que no pueden cuestionar lo que llegaron a considerar natural por imposición.

Afrontemos el combate contra toda autoridad. 
No ahorremos golpes contra el Estado, la propiedad y la religión. 
Suprimamos a los tres juntos. 



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